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#8M Trabajar entre la explotación y la transformación

Por: Nina Baghery y Clara Meyra

El Día Internacional de la Mujer Trabajadora se conmemora desde hace más de un siglo, y su significado político es trascendental en México en medio de una realidad con múltiples formas de violencia contra las mujeres: desde la brecha salarial hasta la desgarradora cifra de 10 feminicidios al día. Entre estos, las de activistas que tuvieron el coraje de oponerse a la violencia estructural, como el reciente caso de Isabel Cabanillas en el norte del país. En el sur, unas semanas atrás, las mujeres del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en las palabras de inauguración del Segundo Encuentro de Mujeres que Luchan compartían: "Parece que nuestras muertes violentas, nuestras desapariciones, nuestros dolores, son una ganancia para el sistema capitalista [...] Por eso decidimos que el sistema capitalista es patriarcal. El derecho a la vida y todos los derechos que merecemos y necesitamos [...] no nos los va a dar el sistema capitalista, por muchas leyes y promesas que haga". Por ello, llamaron a las mujeres a combatir este sistema desde la lucha colectiva.

La oficina de la Rosa-Luxemburg-Stiftung en la Ciudad de México quiere aprovechar ese día para reivindicar las luchas socialistas que dieron origen al 8 de marzo como el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras y con ello reconocer la historia de cuatro mujeres mexicanas que han dedicado su vida para luchar en contra las injusticias sociales y económicas. Provenientes de diferentes ámbitos, reconocen la interseccionalidad entre raza, clase y género, así como las estructuras de opresión capitalista y patriarcal en la vida de las mujeres en México y la necesidad de seguir reivindicando este día. Ellas son Asunción Gómez Sánchez, Amapola López Hernández, Diana Trevilla y Rita Robles y fueron entrevistadas por Nina Baghery, como parte de sus prácticas dentro de nuestra oficina.

Asunción: la labor por el socialismo y la defensa de la tierra
En zonas rurales, las mujeres se enfrentan a una amenaza particular por parte del sistema patriarcal capitalista: el despojo de sus tierras. Quienes se defienden fácilmente pueden ser criminalizadas antes acusaciones sin pruebas, como Asunción Gómez Sánchez y su esposo y compañero de lucha Venturino Torres Escobar, habitantes de Chiapa de Corzo, Chiapas y detenidos rumbo a San Cristóbal de las Casas la noche del 21 de octubre de 2019.

La peculiaridad de esta historia es que además de indígena, Asunción es socialista. Desde los 17 años milita en el Frente Nacional de Lucha por el Socialismo (FNLS), cuyos miembros han sido criminalizados en repetidas ocasiones. Nada menos, en los últimos años, dos miembros del FNLS fueron víctimas de ejecuciones extrajudiciales, uno de ellos, de 13 años de edad. Su hija, María del Carmen, de 19 años, nos comparte los ideales de Asunción, hoy más que nunca como presa política: "ella defiende el derecho a la tierra y exige justicia para las víctimas de los crímenes de lesa humanidad".

Venturino, albañil, fue acusado de violencia física y despojo de tierras y bajo ese motivo detenido junto con Asunción, vendedora de comida en construcciones, que no enfrentaba ningún cargo. Lo que parecía un error dejó ciertas sospechas al detectar, tiempo después que había sido acusada por un hombre, de nombre Torres Patishtán, por el uso de fuerza armada durante el litigio de defensa de su tierra, sin que hasta ahora se hayan mostrado pruebas.
En México, la población indígena a veces desconoce cómo defenderse legalmente de la expropiación de tierras por parte de autoridades estatales y empresas privadas. El Primer Informe sobre Despojo Violento de Tierras en Chiapas (2020), realizado por el Comité Popular en Defensa de los Derechos Humanos (COPODDH), señala que en México las comunidades más afectadas por la expropiación violenta de tierras son justamente las de Chiapas, donde, por ejemplo, en Chiapa de Corzo se calcula un arrebato de 400 hectáreas en 2019.

El COPODDH también señala que el juicio por despojo de tierras coincide con el fenómeno de las detenciones arbitrarias de los defensores de sus tierras (234 hasta noviembre de 2019). En este contexto, el Comité Cerezo México especifica que, entre las detenciones arbitrarias, caería una estrategia sistemática de "ejecución extrajudicial". Esto define las detenciones "por motivos políticos, es decir, como una forma de castigo por la actividad de defensa o ejercicio de algún derecho humano que las personas defensoras de derechos humanos estaban realizando".

María del Carmen también recuerda la atención mediática que recibió su madre, por su militancia en el FNLS, durante la recuperación de tierras del año pasado, el 8 de marzo de 2019. Su lucha por defender la tierra ha significado una amenaza para el gobierno de Chiapas, que desde 2019 sostienen acciones en la llamada recuperación de tierras que ha significado el despojo para organizaciones y pueblos indígenas. Para la familia y las organizaciones solidarias está claro que Asunción y Venturino están en prisión por razones políticas.

La apuesta socialista, la lucha por los derechos humanos y una vida digna han marcado a la familia de Asunción desde que su hija tiene recuerdos. Por ello, ella defiende el pensamiento de su madre y quiere continuar con esa voz en defensa de su pueblo. Incluso en las condiciones inhumanas de su encarcelamiento, Asunción no renuncia a su espíritu. Durante la última visita de su hija a la cárcel, según relata una nota del Comité Cerezo, le dijo que sabía exactamente por qué estaba en la cárcel: "No cometí ningún delito. Yo sé que estoy aquí por exigir justicia. Yo voy a estar aquí el tiempo que se requiera, hasta que se demuestre que en este asunto hay condiciones injustas. Yo estoy aquí como presa política y por muy difícil que sea yo voy a seguir luchando desde aquí. No voy a darme por vencida". María del Carmen está orgullosa de su madre y explica que "siempre ha sido de estas mujeres, a quien no le gustaba estar en la casa", sino al lado de su pueblo.
 
Amapola: parar el #9M es un privilegio que no existe para las obreras
Aunque poco se habla de ello, en México existen maquiladoras electrónicas que proveen servicios de manufactura y ensamblado de celulares, computadoras, equipos médicos, autos inteligentes. La mayoría de estas fábricas se encuentran en Jalisco y en lo que no difieren de las textileras del norte del país es en el trato a sus empleadas. Amapola López Hernández vive en Guadalajara, trabajó en estas maquiladoras y es sindicalista del CETIEN (Coalición de Ex Trabajadoras(es) y Trabajadoras(es) de la Industria Electrónica Nacional). Ese espacio le ha permitido ver con otros ojos las condiciones de trabajo y la discriminación estructural hacia las mujeres: 80% de la maquinaria es operada por mujeres, y en los puestos directivos y técnicos estánhombres. “Los puestos ocupados por los hombres están mejor pagados, incluso por el mismo trabajo realizado en las máquinas", expresa Amapola.

Ella identifica la estructura de opresión patriarcal en las fábricas en distintos niveles, para empezar, por el perfil de contratación (bajo nivel de educación y sin experiencia laboral) que atrae a mujeres que no pudieron seguir estudiando y consideran las fábricas como su única posibilidad. Así, estas trabajadoras por lo general, "no conocen sus derechos laborales y son social y económicamente muy vulnerables".

El salario extremadamente bajo representa un aspecto de discriminación estructural al que se suma la violencia que permite la jerarquía de cargos. Existe la certeza de que las mujeres no se quejarán, pues al depender económicamente de su empleo aceptan las condiciones de abuso para no perder su trabajo. Y en esta cadena las madres solteras son víctimas frecuentes de la violencia sexual.

Ante esta realidad, CETIEN considera que su principal responsabilidad es informar sobre derechos laborales, sexismo y violencia sexual en las fábricas. En el trabajo, Amapola cree que la lucha de género debe estar vinculada a la lucha de clases. También exige al gobierno mexicano que fortalezca las organizaciones de trabajadores y cree oportunidades legales para que los sindicatos independientes puedan ejercer sus funciones. La historia de su lucha está plasmada en el libro Voces Obreras, editado por la oficina.

El CETIEN tenía la esperanza de que el gobierno de AMLO realizara reformas laborales a favor de la libertad de acción democrática de los sindicatos y de los derechos de los sindicatos independientes, pero sólo han allanado el camino. El alcance de los independientes sigue restringido. Amapola cree que no basta con aprobar nuevas leyes, debe crearse una visión realista de las condiciones de trabajo para combatir las estructuras de desigualdad. Desafortunadamente, dice, esto casi nunca sucede.

Amapola celebra la diversidad de actividades del 8 de marzo, pero sabe que sus compañeras no se unirán al paro del 9 de marzo. "Necesitamos exigir mucho y necesitamos levantar la voz, pero las compañeras no se atreven". Tan sólo llegar tarde en un día normal conlleva represalias desproporcionadas. No presentarse a trabajar es correr el riesgo de ser despedidas. "La mirada de las colectivas feministas que convocan el paro del #9M son justas, pero se quedan cortas todavía para visibilizar la miseria que vive la clase trabajadora".

Por lo anterior, pide a los movimientos feministas que reconozcan la precariedad de las trabajadoras de las fábricas mexicanas y que se solidaricen con las luchas laborales antipatriarcales más allá del 8 de marzo. Las condiciones de la industria eléctrica en Jalisco muestran cómo las condiciones de trabajo capitalistas juegan a favor de las estructuras patriarcales. Por tanto, concluye, la base de la justicia social de género sólo puede crearse mediante profundos cambios en las condiciones económicas. 
 
Diana Trevilla: la academia ante los cuidados en contextos rurales e indígenas
Que hoy hablemos del cuidado como "trabajo" es una reivindicación política, dice Diana Trevilla – feminista y estudiante de doctorado en desarrollo rural de El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur). Como investigadora está abordando el papel del trabajo de cuidado en la agricultura agroecológica en México.
Describe el trabajo de los cuidados como algo político y parte de la reproducción social: la salud, la enfermería o el cuidado de los niños históricamente fue tarea femenina. Esto crea la imagen de que la mujer está obligada a cumplir esta tarea gracias a su capacidad de amar. En sí, desde otra óptica, dice Diana "es un trabajo que genera bienes: genera la vida cotidiana de otras personas y, por último, la reproducción de la sociedad". En México y Latinoamérica los servicios que debieran ser garantizados por el Estado son cubiertos por el cuerpo de la mujer. Y esto es poco o nulamente reconocido.

Diana opina que los actuales debates sobre el trabajo de cuidado son insuficientes para reflejar las realidades que viven las mexicanas. El cuidado siempre se ha referido al reconocimiento de la existencia de un colectivo social, sin embargo, "en el ámbito rural el sentido comunitario es diferente”. Para las campesinas, le han contado ellas, el cuidado no es sólo hacia otras personas, incluye "cuidar la vida, significa cuidar el territorio. El territorio tiene que ver con los bosques, el agua, las semillas". Siendo así, ellas son las primeras y más gravemente afectadas por las consecuencias del despojo de la tierra ante los mepgaroyectos extractivos del país. 

En este contexto, la investigadora critica los discursos hegemónicos feministas sobre los cuidados, pues no arrojan luz sobre las estructuras de violencia capitalista y patriarcal. Esto, debido a que los feminismos académicos han surgido en el Norte Global. También cuestiona la lógica de la producción académica, donde, por lo general, las investigadoras más reconocidas provienen de un contexto privilegiado exento de la precariedad que intentan teorizar. Sus reflexiones y propuestas son limitadas, no alcanzan a entender las dinámicas comunitarias ni la realidad de las mujeres en contextos rurales e indígenas.

Es importante "dimensionar la teoría", en la mayoría de las investigaciones sobre el trabajo de los cuidados; sólo se habla de realidades urbanas desde juicios clasistas. Buscan reconocer y regular legalmente el trabajo del cuidado, pero la justicia social sólo sería un primer paso. Es muy importante identificar qué está implicando para las mujeres desempeñar estas labores en sus hogares al mismo tiempo que en sus comunidades. Si se quiere sostener la idea de una justa democratización de este trabajo, no puede ignorarse la diversidad de los contextos.
 
Rita Robles: mujeres migrantes, sinuoso camino de explotación laboral
La actual situación jurídica, las estructuras económicas y la discriminación social dejan a las mujeres migrantes en condiciones cada vez más precarias. La política migratoria de México de los últimos años es la principal responsable de ello, incluso bajo el gobierno actual que, a petición de Estados Unidos, ha frenado la migración en vez de reconocerla, cubrir sus necesidades y garantizar derechos. Rita Robles, enlace para la incidencia del Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova, ubicado en Tapachula, recuerda que México siempre ha sido un refugio para migrantes centroamericanos, es un país de tránsito como de destino, y a su vez depende económicamente de la labor de sus migrantes, por lo general trabajando en la agricultura desde la informalidad  por falta de posibilidades para obtener permisos.

En este contexto han prevalecido las condiciones laborales más precarias (salarios inhumanos por debajo del mínimo, violencia psicológica ante el temor de la deportación) donde pensar en sindicalizarse es una idea muy remota. Rita destaca que, según la Constitución mexicana, el trabajo es un derecho humano y lamenta que éste sea criminalizado por las propias estructuras estatales. La activista en temas de migración ha observado un cambio en las motivaciones de la migración centroamericana: hoy es más apropiado hablar de una “huida” ante la violencia y, en el caso de las mujeres, además, una violencia sexual ejercida desde el machismo y legitimada por condiciones económicas.

La violencia no sólo se manifiesta como agresiones, también tiene un efecto estructural. Si alguien tiene que luchar por su vida en condiciones laborales precarias y por ello no puede salir de este círculo, esto puede interpretarse como violencia estructural. Si esta persona es mujer, se añade otro componente, el cuidado, un tema que también aborda Rita. Dar por sentado que las mujeres son quienes deben cuidar a los más débiles de la sociedad es una construcción social que quita al Estado su responsabilidad de pagar por este trabajo. Esto conduce a la acumulación capitalista de la riqueza y a un aumento de la desigualdad social.

Finalmente, Rita plantea la diferencia entre la violencia legitimada y la violencia denunciada para evaluar el enfoque de los movimientos feministas actuales. Observa que en los enfoques contemporáneos, la violencia sexual es entendida unilateralmente como un problema cultural e individual. Las estructuras económicas que la sustentan sólo se considerarían secundarias y, por ende, se naturalizarían y legitimarían. Ella cree que la cuestión de clase no debe ser excluida y, en cambio, entender a las mujeres trabajadoras (ya sea de tipo formal, informal o invisible) como parte de una clase oprimida. La violencia contra las mujeres y sus cuerpos es un fundamento básico de la estructura de la acumulación capitalista. Las políticas de identidad basadas en la lucha del género no bastan por sí solas, tenemos que llegar al fondo del problema.
La violencia contra las mujeres es la punta del iceberg y la forma más obvia de la tiranía que el sistema capitalista patriarcal lleva consigo, sí bien debe ser contrarrestada, es hora de que asumamos la tarea de hacer frente a las condiciones estructurales. Los movimientos feministas deben procurar un discurso incluyente que ilumine la posición de los más débiles y a las más invisibles de la sociedad.
 
Relatos que resuenan interconectados en el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras #8M
Las palabras de Asunción y su hija María del Carmen, Amapola, Diana y Rita muestran cómo de diversas maneras se priva sistemáticamente a las mujeres en México y Centroamérica del derecho al trabajo y el salario justo, a la integridad física y psicológica, a la protesta y la libertad de expresión, a la tierra y a la libertad de decidir, en resumen, el derecho a una vida digna. Un contexto catastrófico que coincide con la creciente conciencia social y trabajo de los diversos feminismos, entrelazados durante el 8 de marzo. Esto puede preparar el camino para una transformación social y sistemática.

Tenemos que reconocer que los derechos que damos por sentados se deben a las luchas laborales de mujeres valientes. El 8 de marzo nos recuerda que la protesta de mujeres y feministas con ideales emancipadores debe combatir las estructuras antipatriarcales y anticapitalistas. Exigir un mundo con relaciones de poder socialmente justas y estructuras inclusivas que impregnen todas las esferas sociales. Necesitamos una conexión entre los campos opuestos de la lucha de clases vs la política de identidad, que trascienda la lucha por mejorar los salarios.

En el Día Internacional de la Mujer Trabajadora queremos recordar que el patriarcado y la violencia contra las mujeres solo puede ser erradicado con el fin del capitalismo. Por tanto, es necesario trazar un camino que incluya las demandas de las mujeres y poblaciones que actualmente viven los terribles estragos de un sistema que manipula y denigra la dignidad.

A las organizaciones feministas y a los diversos movimientos de mujeres nos puede inspirar aquella frase de Rosa Luxemburgo que dice que “la casa de la proletaria es el mundo entero, con todo su dolor y su alegría”.

 
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